miércoles, 30 de enero de 2019

Primeras impresiones de... Kingdom Hearts III



El día que me enteré del anuncio oficial del desarrollo de Kingdom Hearts III me resulta ahora tan lejano que aún me sigue pareciendo inverosímil que tenga ya el juego en la estantería de mi casa, que ya lleve jugadas unas seis horas y que el disco siga todavía metido en la consola esperando que continúe con las aventuras de Sora, Donald y Goofy. Sin embargo, si hay algo que me resulte aún más increíble es la facilidad que ha tenido el último título de la saga para sorprenderme, pues sabía que el juego me iba a gustar, pero no esperaba que me dejara tan impactada al borde del infarto por la maestría que ha derrochado el señor Nomura en la creación de este videojuego. Bien es cierto que tuve la suerte de probar la demo de Kingdom Hearts III durante la Madrid Games Week, evento del que guardo maravillosos y preciados recuerdos, pero allí también sabía que la demo no era más que una paupérrima demostración de lo que estaba por llegar, aunque nunca pude imaginar cuán alejada me quedaba en dicha calificación.

Han sido muchos años esperando, no diré trece o catorce porque durante ese tiempo hemos tenido otros tantos títulos para disfrutar de tan entrañable serie, como Birth By Sleep o 358/2 days, pero cinco años no son pocos, se han hecho eternos, y máxime cuando en el verano de 2017 nos mostraron el letrero de Coming 2018 para, unos cuantos meses después, cambiarlo por el de January 29th, 2019. El contador estuvo activado desde aquel día, aun con la esperanza de poder recibirlo un día antes de su salida, tal y como me ha ido ocurriendo con algunos títulos reservados anteriormente en cierta tienda de videojuegos. El hype llegó a niveles estratosféricos con cada trailer, con cada análisis que realizaba de ellos, con cada noticia que llegaba de la boca de su creador o de su productor, el señor Hashimoto, pero cuando empezaron las filtraciones con un robo de algunas copias, o la venta de otras por parte de una serie de tiendas tres o cuatro días antes del lanzamiento oficial, incluso por parte de la propia Square Enix, que el día antes ya había entregado su copia a quien la hubiese comprado directamente en su store, la desesperación hizo que me quedara prácticamente sin paredes por las que subirme o uñas que morderme. Ese lunes 28 lo recuerdo ahora como el día más largo del mes de enero, pues no me despegaba del móvil esperando un mensaje de texto citándome para recoger mi ansiado Kingdom Hearts III.

Fue al día siguiente, el día establecido, cuando, tras dejar a mi adorada hija en su centro educativo, me dirigí directamente a la tienda donde reservé meses atrás mi edición deluxe del juego que nos atañe. Llegué una media hora antes de su apertura, y ya había un grupo de tres personas haciendo tiempo delante de la entrada. Me di una vuelta mientras hablaba por cierta aplicación de mensajes instantáneos con algunos amigos que se encontraban en una situación similar a la mía, todos emocionados por la salida de nuestro anhelado título. Cuando volví sólo quedaban 15 minutos para la apertura y ya había dos personas más. Me di otra vuelta, apareciendo delante de la tienda a la hora exacta de la apertura, justo en el momento en el que recibí el tan esperado mensaje de texto citándome para recoger mi reserva. Cuando entré a la tienda no esperaba ver tanta cola, casi me quedaba en la entrada; conté once personas delante de mí, todas con caras ilusionadas por recoger su copia de Kingdom Hearts III, todos más o menos de mi misma quinta, incluso un generoso padre que fue a recoger el juego en lugar de su hijo para que lo jugara en cuanto llegara a casa tras las clases. Por suerte el dependiente estaba de muy buen humor y atendía a cada uno con una sonrisa, a pesar de estar todos allí para lo mismo.


Cuando llegó mi turno, aún seguía teniendo la sonrisa fruto del nerviosismo por la espera, y justo ahí el dependiente se mete en el almacén para sacar más copias de la edición deluxe, y mis ojos no pudieron evitar perderse entre esa pila de gruesas cajas, de las que una copia se vendría conmigo a casa. El dependiente la puso ante mí, y no pude evitar decir: “Qué bonica que es”. Me preguntó si quería contratar un seguro para el juego, a lo que respondí: “No hace falta, esto va a estar muy bien cuidado”. Durante la tramitación del pago, el dependiente dio por hecho que no iba a querer bolsa, pero le contradije pidiéndole una para llevar no sólo mi anhelada copia de Kingdom Hearts III, sino el póster a doble cara que regalaban con la reserva, por lo que el dependiente se sorprendió diciéndome: “Ah, ¿una bolsa sí quieres?” “Claro, una bolsa, algodones, ¡y lo que haga falta!”, contestación que hizo que el tendero esbozara una tímida sonrisa. Ya con mi compra efectuada, me despedí del que tan amablemente me había atendido, no sin antes exclamar justo antes de la salida: “¡Qué bonico que eeeeees!” mientras miraba el juego dentro de la bolsa.

Entré en el coche, dejé la bolsa en el asiento del copiloto, saqué la caja y la puse sobre el volante, justo delante de mí. La miraba una y otra vez, estudiaba sus bordes y aristas, sus detalles en relieve y sobre liso, leía las diminutas letras de la contraportada, acariciaba cada lateral como si de un gato o un cojín de terciopelo se tratase… Seguía sin poder creérmelo, tenía Kingdom Hearts III en mis manos, sólo para mí, tenía mi copia, mi edición deluxe, y nada, me seguía pareciendo una fantasía. Y aun dentro de mi incredulidad, mis ojos rompieron a llorar, me temblaba la voz y mis manos trepidaban por el nerviosismo. Cuando me calmé, arranqué por fin el coche, no sin antes volver a guardar la caja en la bolsa, y me dirigí para casa. Llamé a mi marido totalmente eufórica, intentando buscar algo que me hiciera ver que todo era real, y su voz me hizo reconfortarme. Preparé la mesa y el equipo para registrar la apertura de la caja y mostrar su contenido en un vídeo al que mástarde llamaría como unboxing y, tras exponer todo el contenido, póster incluido, me quedé durante bastante tiempo (no sabría decir cuánto) mirando embelesada el libro de arte, la caja metálica, el pin, el póster por ambas caras, y, por supuesto, el propio juego.

Tras unas horas de realidad cotidiana, volví a la fantasía que me esperaba con Sora, por lo que introduje el disco en la consola mientras deseaba que la instalación no se hiciera excesivamente larga: fueron unos veinte minutos de descarga e instalación. Volví a ponerme nerviosa porque, como mi fiel lector y seguidor sabrá, llevo varias semanas encerrada en un búnker virtual protegiéndome de indeseados spoilers, con el cual he evitado hasta escuchar temas musicales como el nuevo Dearly Beloved o la colaboración entre Utada y Skrillex llamada Face my fears. Esta parte es la que más miedo me daba, pues ya me comentó mi señor esposo que esta canción no había tenido una buena acogida, con un feedback llamativamente negativo, lo cual me infundió cierto temor a cómo sería mi primer contacto con Kingdom Hearts III, no quería que lo primero que escuchase o viese fuese algo tan decepcionante como decían algunos que era esta canción de corte dubstep.

Llegó el momento de la verdad, las letras de Disney, Pixar y Square Enix presentaban una selección de cinemáticas de todos los títulos de la serie a modo de resumen, intercaladas con la famosa partida de ajedrez entre los jóvenes Xehanort y Eraqus mientras suena la versión orquestal de Chikai o Don’t think twice, un arreglo que recuerda en ciertos momentos al correspondiente de Hikari o Simple and Clean en la percusión. Un río de escenas que azotan mi mente con los recuerdos vividos al jugar y ver esas escenas en su respectivo momento, algunos hace muchos años ya desde la última vez. Tras esto, es el momento de llegar al menú de inicio, pantalla en la que me quedo un rato escuchando la deliciosa versión de Dearly Beloved, de las más bellas que se han hecho hasta la fecha. Cuando lo veo oportuno, selecciono por fin mis preferencias para jugar mi primera partida; le doy a “aceptar”, gira el corazón, tanto el del juego como el mío, y así empieza la magia.


Tras un breve mensaje acompañado de una imagen simulando lo que parece ser una red social imaginaria, hashtags incluidos (¡buenísimo este detalle!), una veloz cámara hace un frenético barrido por un pueblo costero de estilo mediterráneo, acompañado durante un rato por unas palomas (lo cual me recuerda muchísimo al inicio de Final Fantasy IX), una imagen tan preciosa como impactante por la calidad de la misma, hasta que llegamos a una ventana, donde Xehanort y Eraqus juegan su partida de ajedrez mientras hablan de la antigua Guerra de las Llaves Espada.

Es justo después cuando llega mi temido momento, la intro con el tema de Face my fears. Tras empezar unas líneas recitadas por Sora, suenan las primeras notas de la canción, la cálida voz de Utada y un tenue piano invaden mis oídos, despiertan el vello de mi cuerpo erizándolo por completo, cuando de repente la canción toma más fuerza, tanto la música como la voz de Utada, y a mi mente sólo viene una pregunta: “¿por qué no ha gustado esta canción tanto como me está gustando a mí?” Como decía, la canción invade mis oídos, pero las cinemáticas que acompañan a Face my fears invaden mi corazón, algunas escenas me rememoran ciertos momentos con los que lloré, alguno hay que casi olvidé, y otros que despiertan mi curiosidad, todos entrelazados con la susodicha partida de ajedrez. Me atrevería a decir, y no doy crédito a lo que estoy a punto de afirmar, que, a día de hoy, esta intro ha desbancado a mi favorita, la de Kingdom Hearts II, tanto por la música, las cinemáticas y la forma en que están enlazadas entre sí.

Tras esto tenemos una muy original forma de elegir nuestro camino en Kingdom Hearts III, el famoso descenso al corazón se ha convertido en una especie de galería de arte cuyos cuadros son escenas clave en los diferentes títulos de la saga, además de tener el clásico tutorial para aprender a movernos por el juego con el característico Destati sonando de fondo. Me ha encantado la forma de pasar del Sora de Kingdom Hearts I al Sora de Kingdom Hearts II, pero el escenario elegido para practicar el sistema de batalla me ha dejado simplemente con la boca abierta, un onírico cielo cubriendo aguas cristalinas sobre las que camina Sora no hace más que recordar las veces que he soñado con este momento, con jugar por fin a Kingdom Hearts III.

Tras el tutorial, volvemos a situarnos en Kingdom Hearts 0.2, concretamente las escenas finales, lo justo para enlazar con… no, no es con Kingdom Hearts III, sino con Kingdom Hearts 2.9, como si de una broma de Nomura se tratase, pero así es, tras lo cual aparecemos por fin en el mundo del Coliseo del Olimpo, pero en una zona totalmente nueva para el seguidor de la saga, aunque bastante conocida desde hace años a través de diferentes trailers. No sólo la zona a explorar es nueva, sino la música que la acompaña, la cual es una verdadera delicia escuchar, a veces épica, a veces emotiva.


Es justo aquí cuando podemos echar un vistazo por fin al menú pulsando options en el mando de playstation 4. La imagen de Sora en este menú me tiene enamorada, el diseño de esta interfaz es totalmente nuevo y orignal, pero la gran mayoría de las opciones son viejas conocidas ya. A partir de aquí debería hablar de más características apreciables de Kingdom Hearts III, pero creo que todo se puede resumir en tres palabras: es una maravilla. Y es una maravilla a nivel de detalle, hasta el más ínfimo está cuidado, como al lanzar agua sobre un enemigo y crearse un charco mientras aquél queda empapado, o cómo se chamusca una caja metálica al lanzarle piro, lo cual me recuerda a la divertida reacción de Sora al quemarse… Es una maravilla a nivel técnico, cómo se mueve la vegetación o los cabellos al son de la brisa, cómo las sombras van acordes a sus “dueños” de quienes se proyectan, sin ningún tipo de efecto popping, como tampoco dientes de sierra apreciables. Es una maravilla a nivel de sonido, no sólo ambiental (canturreos ornitológicos incluidos), sino también las frases renovadas para Sora, Donald y Goofy durante la batalla, diferentes sonidos de la llave espada golpeando según qué objeto, al igual que al golpear la bombona de helio cambiando las voces de quienes lo han respirado. Es una maravilla a nivel musical, con piezas nuevas, como la citada del Coliseo del Olimpo, o los arreglos para Kingdom Hearts III, trayéndome a la mente preciados recuerdos de cuando jugué escuchando esa música por primera vez, o varias veces más después; algunas de ellas me tocan la fibra emocional, como la del mundo de Villa Crespúsculo, mucho más emotiva, que, al ir acompañada de cierto momento que recuerda Sora al llegar a dicho mundo, no pude evitar llorar al sentirme igual de emocionada que nuestro protagonista. Es una maravilla a nivel lúdico, hay muchísimos minijuegos, y eso que sólo llevo tres mundos visitados, pero hay también algunos de buscar lo que aquí llaman portafortunas, usando la cámara de fotos (divertidísimo el momento en el que Goofy o Donald van a posar para la foto), o las misiones que te encarga el moguri que encontramos en distintas tiendas, o la recolecta de ingredientes para Remy (juro y perjuro que no encuentro diferencia entre el Remy de Kingdom Hearts III y el Remy de Ratatouille), incluyendo las misiones de la nave gumi, nada que ver con lo anteriormente visto, es totalmente un mundo abierto por el que volar libremente con la nave gumi. Es una maravilla a nivel narrativo, cómo van recordando al jugador vivencias pasadas, cómo te resumen en un momento lo ocurrido en títulos anteriores para refrescar nuestras memorias, cómo van cambiando de escenario y personajes, en ningún momento me he sentido perdida, la trama la encuentro demasiado bien hilada. Es una maravilla a nivel empático, pues cuando se trata de un momento triste, me ha hecho derramar más de una lágrima, pero cuando se trata de un momento alegre y divertido, me ha hecho reír a carcajadas.

En definitiva, tras las seis horas que llevo jugadas no soy capaz de encontrar un punto negativo al juego, tal vez sea por una ceguera amorosa y apasionada que siento por este juego y esta saga en general, intento ser objetiva en este sentido, pero de verdad que aún no he logrado encontrar una flaqueza en este juego. Quizá lo encuentre cuando avance más en él, o puede que nunca lo descubra, bien por este amor descomunal, bien porque no existe. Por el momento sólo puedo tener óptimas palabras hacia él, y me hallo deseosa de seguir avanzando por los mundos junto a Sora. Así que, me despido del blog y de internet en general hasta que descubra el final de Kingdom Hearts III, tras lo cual sé que me formularé esta pregunta: ¿Y ahora qué?